19.7.10

EL VIAJE (II)

RELATO DIVIDIDO EN PARTES:
PRIMERA PARTE:

http://hrundivbaksi.blogspot.com/2010/07/el-viaje.html

(Sigamos, que nos dan las uvas)

Aún con todos los esfuerzos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, aún sin la intromisión de la prensa amarilla, aunque todos hubieran remado en la misma dirección para esclarecer los hechos, nadie hubiera podido averiguar el destino que había corrido esa gente. Solamente una persona en todo el universo tenía la capacidad para deducir los hechos acontecidos ese día de ventisca, pero Sherlock Holmes es un personaje de ficción inventado por un inglés a finales del XIX (¿o quizá no?). Esto es lo que pasó si es que usted, amable lector, desea seguir con nosotros.
Como ya dijimos el autobús partió a las cinco de la tarde con sus veintiocho ocupantes. Desde la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales tomaron las carretera de Aravaca, para enlazar con la Nacional V, dirección Badajoz. Esta era, y es, la ruta más sencilla para llegar a los pueblos del sudoeste de la provincia de Madrid. Una vez pasados los pueblos de Alcorcón y Móstoles, paradigma de las ciudades dormitorio españolas (Ve solo a dormir si puedes), salieron a una zona en la que aún se adivinaba el carácter agrícola que la zona había tenido hasta hacía no demasiado. Si el incidente, episodio de ira divina, o de su providencia, conjunción de esferas, colapso espacio-temporal, o como quiera llamárselo hubiera tenido lugar en más cerca las grande aglomeraciones de población de la zona, quizá todo hubiera sido diferente. Quizá hubiera sido peor.
Porque lo que en realidad ocurrió es que de repente, si previo aviso, la nube que amenazaba descargar comenzó a hacerlo. Y de qué manera. Al cabo de pocos kilómetros, Ceferino, avezado conductor, curtido en mil y una batallas al volante, se olió aquello no era normal y comenzó a musitar una oracion a San Cristobal, patrón de su pueblo y, por un afortunado azar, también de los conductores. Y debió ser atendido, porque se lo llevó con él a ese cielo en el que creía, y como se verá más adelante casi fue una suerte para él. Fue al primero que perdieron y ninguno de los cayeron más adelante tuvieron final más rápido y dulce,o varios de ellos le dedicaron a Ceferino sus últimos pensamientos, y todos, absolutamente todos eran versiones del tema “¡Jodido cabrón con suerte!”.
Volvamos a lo que nos ocupa, que nos dispersamos. Nevaba, muchísimo. Y hacía un viento que cortaba la respiración, pero Ceferino, profesional como pocos era el responsable de la seguridad del pasaje y no iba a dejarse arredrar por unos cuantos copitos de nieve mal contados, que estas cosas siempre parecen peores de lo que son. Además, San Cristobal no le había fallado nunca, así que decidió parar a ver conseguía llegar hasta la última gasolinera y desde allí llamar a Protección Civil, al Ejército o a quien narices se pudiera hacer cargo de sacar de allí a aquellos muchachos tan majos y tan raros, porque, y aquella era otra de las rarezas de la situación su movil habia dejado de funcionar y la radio del autobús parecía querer hacerle los coros a la tormenta con continuos ruidos de estática. En el momento en que consiguió hacer que el coche se detuviera, cosa bastante dificil porque patinaba de mala manera y ninguno de los sistemas de seguridad que se suponía debian evitar aquello parecía funcionar, abrió la puerta delantera, se envolvió en una mohosa manta que guardaba debajo del asiento y con un “Voy por ayuda porque así no podemos seguir, no veo una foca en una pista de tenis y si continuamos nos la pegamos fijo. Dejo la calefacción dada y en el portameletas hay mantas de sobra. ¡Ah! Y mi señora me ha puesto un termo con caldito de pollo, seguro que sigue caliente. En una horita o así estoy aquí, con la División Brunete si es necesario, ¡por estas!” Y besando la medallita de San Cristobal salió al frío de fuera. No volvieron a verle. Nadie lo conocía, nadie lo echó demasiado de menos, pero siempre fue considerado el primer Heroe Caido y su nombre consta en las Sagas de los Veintiocho en un lugar de honor.
Comenzaba así la espera. Se repartieron las mantas, afortunadamente había mucha parejita en la expedición de manera que ellos compartían y compensaban la escasez de tela con exceso de cariño. Hasta ese momento habían estado bastante tranquilos todos, asumiendo que lo de ver estrellas iba a quedar para otra noche pero que, en cuanto se alejaran de la malhadada nube, podrían llegar sin problemas a la finca de Doña Rosa y montar la fiesta en el cobertizo que, según informaciones de Naco, sobrino de la susodicha Doña, se alzaba en el lugar y en el que había chimenea y colchonetas para todos. La horita o así, pasó en un suspiro, y detrás de ella unas tres o cuatro más, o al menos así lo creyeron. Y al cabo de ese momento empezaron a ponerse nerviosos, aunqeu no dio para dramtismos y momentos de histeria, porque poco a poco, uno tras otro fueron cayendo a una duermevela primero, sueño profundo después, que hubiera supuesto, si aquello hubiera sido una tormenta de nieve normal, que al amancer lo que se hubiera encontrado dentro del autobus hubieran sido veintisiete polos extragrandes sabor humano.
Solo Rodrigo consiguió mantenerse medio despierto, y solo él pudo sentir ese momento en que todo se difuminaba a su alrededor, cuando todo, durante un instante, parecía aguantar la respiración a la espera de algo. Ese algo ocurrió pero Rodrigo no dio la voz dde alarma porque estaba acostumbrado a ese tipo de circunstancias, que él crei eran fruto de una leve enfermedad psiquiatrica, que él mantenia en secretoy que nunca le habia impedido ser una persona más o menos normal. Como la tormenta no era normal, tuvo el mal gusto de mantenerlos helados pero vivos para lo que después vendría, que sería sin lugar a dudas mucho peor que una dulce muerte por congelación, de manera que el amanecer los encontró a todos acurrucados unos contra otros, ateridos de frío y sin saber dónde narices estaban.

No hay comentarios: